“ROBEMOS EL CARRO DE APOLO”
por Emmanuelle Brío
“Una mujer para escribir necesita dinero y una habitación propia”, defendía Virginia Woolf. Emily Dickinson compuso poemas claros y profundos, en los confines de su recámara. Según Villaurrutia, se puede viajar sin cruzar por una puerta. El Tao Te King afirma, que sin salir por la ventana, es posible recorrer el mundo. Charles Simic, promete que un cuarto es como una ensoñación. Sor Juana sabía todas estas cosas. Ella, como el alma de su Primer Sueño, cuando abandona el cuerpo durante la noche, era capaz de abandonar el claustro. Nunca estuvo limitada por los muros.
Hay en Sor Juana, como en Zapata, una fascinación en retar al poder, por la desobediencia civil, no está dispuesta a doblegarse. En la introducción del Primer Sueño, nos habla de las adoradoras de Baco, dispuestas a no rendirle culto, pues prefieren tejer en casa y como castigo son convertidas en murciélagos. También cita lo indefenso del Papa, que, aun con “soberana tiara”, no está menos exento del sueño, que lo toca y domina igual que al hombre más humilde. Más adelante retoma un tema que ya había abordado en un soneto, el hurto y el atrevimiento a querer detentar el poder, para el que sólo los “dioses” están capacitados. Por supuesto, Faetón, hijo de Apolo, y ladrón que Sor Juana estudia, roba el carro del padre y termina en muerte. Ella nos plantea una pregunta, ¿a caso importa esta muerte o es más importante el atrevimiento a retar a los mismos dioses y, que nos servirá como ejemplo a seguir? Desde luego, ella se identifica con el ladrón, dispuesto a retar a la máxima autoridad para conseguir sus sueños.
Todas las dudas que podemos tener sobre la vida y la filosofía de Sor Juana y a las que no nos da respuesta la carta a Sor Filotea, ella las ha dejado explicadas en el Primero Sueño. Nos llena de ejemplos de lucha persistente. Un punto clave es la ambición de la sombra para “escalar pretendiendo las estrellas”, la sombra que la tierra proyecta no llegará nunca a ser tan grande como para sobrepasar el orbe de la luna, nos plantea, sin embargo, que es una sombra testaruda, dispuesta a llegar a los astros aun si ello no es posible; una sombra terca, dispuesta a intentarlo una y otra vez, aunque fracase.
Dice Adolfo Sánchez Vázquez que en Sor Juana hay “la expresión, débil aún, de los anhelos de independización frente al absolutismo colonial”. No en balde, Sor Juana escribió tantos versos sobre retar al poder. Ella predicó con su ejemplo; retó las convenciones sociales que la cercaban como mujer, retó a muchos intelectuales con sus poemas y los contradijo; retó a esa iglesia que le daba refugio y, cuando la iglesia la acorraló, explicó lo absurdo de perseguirla justificándose en un lógica que contradecía la persecución.
Sor Juana no temió a nada, como la sombra de su Primer sueño, que derrotada cada noche por el violento ejército del día, siempre estaba dispuesta a volver a la guerra sin importar el riesgo a la derrota. Después de la supuesta renuncia a su escritura y a sus bienes materiales, ella volvió como la noche: engreída, descarada y ambiciosa, como para “escalar pretendiendo las estrellas”, pero en su regreso, ha alcanzado a las ambicionadas estrellas de la literatura universal. Podemos decir que cuando la literatura de Sor Juana llega nuestros días, lo hace, con la misma seguridad que tenía la noche en el Primer sueño, de que podía luchar hasta vencer al día.
Y como ninguna mención a Sor Juana se puede cerrar sin sus palabras, cerraré con unos versos, ya no del Primer sueño, sino de un soneto en que ella resume su visión del mundo y de la desobediencia civil, pues en ellos, narra el robo del carro de Apolo y lo que pasaría ante tal atrevimiento:
Pero si hubiera alguno tan OSADO,
que NO OBSTANTE, al mismo Apolo
quisiere GOBERNAR CON ATREVIDA
MANO el rápido carro en luz bañado
TODO LO HICIERA, y no tomara sólo
estado que ha de ser toda la vida.